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SER UN ANIMAL DE CARROÑA, SER BOLIVIANO/A

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Personal Policial revisándole pertenencias a un Boliviano en el ingreso del Cementerio del Bajo Flores. Durante los años en los que viví en mi casa familiar, pasé por el cementerio del Bajo Flores cotidianamente. Miraba con temor y dolor a aquéllas personas que día tras día, se quedaban un buen rato, limpiaban las tumbas, llevaban flores que compraban en la puerta, iban con banquitos, lloraban o permanecían en silencio, iban con mascotas que acompañaban a muchos/as de los que se encontraban en duelo. Quizás en mi ingenuidad siempre lo consideré un rito brutal y desgarrador por el cuál deseaba jamás atravesar o pensaba que debía atravesar. Pero el 13 de abril del 2015, falleció inesperadamente mi mamá. Fue enterrada en el Cementerio de Bajo Flores. Una parte mía comprendió la crueldad de quiénes en mi adolescencia había visto diariamente en el cementerio, cuando era yo quién iba mensualmente a realizar esas actividades. Tenía y tengo la necesidad de saber que algo de ella qued